2023

Nos decimos que 2023 es solo un número, como ya lo fue 2022, 2021 o cualquiera de sus predecesores, y es cierto, pero eso da igual. Porque no importa lo que nos decimos, sino lo que creemos. Y no deberíamos, pero elegimos creer, porque cualquier otra cosa no tiene sentido. 

Estamos aquí, otro año más, con la excusa de un número, pero qué más da. Lo importante es que estamos y que podemos intentar aprovecharlo, por nosotros y por los que ya no están, esos a los que echamos de menos cada día. Y aunque quizás 2023 no sea más que una excusa, puede ser la excusa perfecta para darnos una nueva oportunidad. Porque no escribo para los que ya la tienen, escribo para aquellos que no son capaces de encontrarla. Esos que siguen luchando cada día por salir adelante y que, en estas fechas, aunque quizás sientan que no hay que celebrar, o no tengan con quién hacerlo, pueden encontrar un pequeño respiro entre tanto caos gracias a un simple número.

Y no se trata de que en 2023 se vayan a arreglar las cosas, porque puede que no sea así, pero en el fondo, ese en el que nos refugiamos cuando no somos capaces de seguir el ritmo del mundo que nos rodea, creer que ese número no es solo un número, como queremos creer en tantas cosas que no necesitan ser ciertas ni nada más que lo que son para hacernos tener una pizca de fe, diría que parece la mejor opción para que este no sea un día más, ni un día menos, sino la excusa perfecta para tener un poco de esperanza, que ya es más de lo que muchas veces la vida te concede.

Yo tampoco lo sé

Me abruma la sensación de no encontrarme por el camino, de no estar dónde debo. Podría convencerme de que todo es mejor ahora, pero no lo creo. No me lo parece por mucho que me lo digan o sonría. A mí me gusta la gente que sonríe sin motivo aparente. Esa que, aunque tenga un día de mierda, te regala una sonrisa para que, al menos el tuyo, sea un poco mejor.

Mientras tanto, entre sonrisa y sonrisa, mis días pasan y yo me pierdo navegando por ellos, cada vez un poco más desconfiado. No dejo que me conozcan del todo más que unos pocos. Una amiga me dijo hace un tiempo que nunca sabe cuándo estoy bien o cuándo estoy mal, que le resulta difícil descifrar mi estado de ánimo. No es la primera persona que me lo dice. Creo que, a veces, yo tampoco lo sé.

Quizás algún día volvamos a vernos

Me tropiezo con las palabras que se dibujan en mi cabeza y acabo dejando frases colgadas de puentes que no pienso volver a cruzar. Todo va tan acelerado ahí arriba que me confundo de dirección y pierdo el rumbo. Las agujas del reloj echan a correr, yo intento seguir su ritmo, pero nunca es suficiente. Desde hace tiempo, nada es suficiente. Transito por un páramo con música de fondo y el eco de los latidos que se esconden dentro del pecho, entre el corazón y el vacío que me dejaste. Debato con los pensamientos que me asaltan en esta mañana de resaca y me refugio en la nostalgia de todas las historias que yacen olvidadas, como se me olvida tu sonrisa, cada día un poco más. Recuerdo mucho para retrasar el día en el que ya no existan esos recuerdos. ¿Quién se acordará de mí cuando ya no esté? ¿Qué recuerdos dejaré atrás? ¿Qué recuerdos he dejado? Yo no olvido a ninguna de las personas que se acercaron a preguntar qué tal estaba, las que se quedan conmigo hasta cuando me alejo del hombre que me gustaría ser. Las tengo bien presentes, aunque no todas estén ya a mi lado. Quizás algún día volvamos a vernos. No lo sé, aunque me gusta pensar que sí. Dentro de esta mente caótica y desordenada, eso es (casi) lo único que me mantiene (casi) cuerdo…

Luces de ciudad

Las luces de la ciudad se quedaron para saludar a la noche que se aproximaba. Nadie quería perderse el espectáculo. Había mucho que contar antes de partir. Todavía quedaban historias escondidas en un semáforo que se apresura a cambiar; en un bar con las paredes pintadas por los turistas en las que ahora hay un pequeño Simba garabateado; en dos fugitivos que huyen de la policía; en unos chupitos de los que te arrepientes a la mañana siguiente; en un fotógrafo improvisado que se lo toma muy en serio; en una pareja que durará lo que dure esta noche; en un hada madrina que te recuerda ‘all you need is love’; en un banco en el que solo mereces estar si también estarás cuando las luces se apaguen del todo y no quede otra cosa que la ciudad y su noche.

Desconcierto

Vivo en el desorden de una vida que la mayor parte del tiempo no entiendo. Por eso escribo cada día un poco más, a ver si me aclaro. Escribo para ver si soy capaz de encontrar las palabras que me liberen del dolor, las palabras que me den las respuestas que me faltan y tanto necesito.

Vivo en una montaña rusa en la que me da miedo que se suba alguien más y pueda hacerse daño. En esa contradicción entre lo que me conviene y lo que no. Entre lo que quiero y lo que no sé si merezco. Como una relación tóxica a la que soy adicto. Como el desconcierto que me causas cuando me miras.

Vivo allí, en medio de una tormenta y sin nada que me cubra. Deseando que algún día puedas entenderme, a pesar de todas las complicaciones. Preguntándome si seguirás aquí cuando se acabe esta balada, preguntándome si seguirás aquí cuando deje de sonar esta canción que nos protege de la tempestad.

Contrato

Perforamos sus condiciones y rompimos el contrato que nos hicieron firmar. Adelantamos a los ciegos de fe y convencimos a los que nunca imaginaron nada.

Corrimos toda la noche escapando de la muerte y bailamos cuando la vida dejó de interpretar su balada para ponerse a tocar la canción que compusimos desnudos secreto a secreto.

Creímos poder. Quisimos luchar. Soportamos caer. Experimentamos más y mejor. Cometimos más de un error. Recordamos el dolor y nos cazó la tempestad.

Tocamos el cielo y bordamos nuestras iniciales en las nubes al amanecer.  Borrachos de amor salimos de nuestro escondite cuando la tormenta apaciguó para bañarnos en la realidad que dibujaron las historias que nos contaron.

Niño

La brecha abierta y el corazón a mil. Tiene miedo, pero lo domina. La rabia se apodera de su inocente acción y su orgullo le vence el pulso al temor. Se levanta y avanza con fuego en su mirada. Sus ojos devoran su futuro y el futuro no se olvidará de ellos.

Su bravura y su determinación son incomparables. Incluso cuando su cuerpo cede su alma sigue adelante. Ni Dios podría detener su voluntad.

Construido entre oro y platino, forjado entre fango y dolor.

Viajero

En la nieve pierde de vista a sus semejantes. Camina sobre blanco mientras piensa en negro. Trasciende a la fatalidad de sus pensamientos y en sus actos cotidianos encuentra su espíritu animal, el más puro y verdadero. 

Coetáneo de ilustres nombres de la historia prefiere ser un desconocido en medio de la nada que no alcanza a comprender. La inmensidad calma sus pesadillas al dormir y al despertar prosigue sin temor hacia el abismo que existe entre su vida y la idea de vivir en sí misma.

Hombre de pocas palabras, ve sus pisadas desaparecer. En el devenir del mundo que conoce no hay sitio para los cambios que él propone. Es un viajero al alba de un nuevo día que sus ojos no pueden ver. El destino es la excusa de un sueño que mantiene la esperanza.

Desde el primer plano

Graba todo con su cámara. Las nubes teñidas de color rosa por un cielo que cierra los ojos tímidamente, las hojas que se dejan llevar por el viento, cada tono discordante que se rebela, el movimiento del mundo por sutil que pretenda ser, la poesía que dibujan los pájaros que regresan al nido antes de clausurar la función… Todo queda registrado mientras recuerda la mañana en la que despertará. El amanecer que seguirá a la noche que está a punto de vivir. La noche que sin ser grabada será recordada. Se acuerda de todo aunque todavía no haya ocurrido. Pues todo es tan intenso que no le hace falta. Desde el primer plano hasta el último.

Farsante

Soy capitán de un barco encallado que quiere hacerse a la mar. Volver a surcar los océanos que ya conoce y no quiere olvidar. Un viejo cuentacuentos que ya no hace más que beber. Un don nadie. Un farsante.

Noche tras noche, error tras error vuelvo a estar aquí delante. Paralizado ante la hoja en blanco. A punto de romperme. Despertando dentro de mí. Ausente del ruido que me marea. Embaucado por la ambigua esperanza de volver a escribir algo que merezca la pena. Por grabar en tinta lo que me da miedo gritar mientras me ahogo en silencio.