Soy los textos que nunca publicaré

Soy el error que no quiero que cometas.

Soy los impulsos que me hacen decirte la verdad.

Soy el corazón que intenta mantenerse unido.

Soy las decisiones que me llevaron hasta aquí.

Soy las sonrisas que me sacas.

Soy la pieza que sobra en el puzle.

Soy las lágrimas que he derramado.

Soy las páginas de ese libro que lees frente al mar.

Soy las personas que estuvieron cuando todo se hundía.

Soy el abrazo que siempre estará.

Soy los textos que publico.

Soy los textos que nunca publicaré.

Contrato

Perforamos sus condiciones y rompimos el contrato que nos hicieron firmar. Adelantamos a los ciegos de fe y convencimos a los que nunca imaginaron nada.

Corrimos toda la noche escapando de la muerte y bailamos cuando la vida dejó de interpretar su balada para ponerse a tocar la canción que compusimos desnudos secreto a secreto.

Creímos poder. Quisimos luchar. Soportamos caer. Experimentamos más y mejor. Cometimos más de un error. Recordamos el dolor y nos cazó la tempestad.

Tocamos el cielo y bordamos nuestras iniciales en las nubes al amanecer.  Borrachos de amor salimos de nuestro escondite cuando la tormenta apaciguó para bañarnos en la realidad que dibujaron las historias que nos contaron.

Maletas

Las plazas de Madrid ya no se veían igual sin ti.

Nada se veía tan bonito. Yo no me quería lo suficiente.

No allí donde todo me recordaba a ti.

Necesitaba huir.

Lo necesitaba y no me lo pensé dos veces al subir al avión.

Nunca unas maletas pesaron tan poco. Nunca un drama tuvo menos lágrimas.

Atrás no quedaba nada por lo que luchar. Más que nada, no quedaba nadie.

No escuché más que los motores al despegar, miré por la ventanilla y dije adiós en bajito, para no molestar.

Antiguas vestiduras

Las luces se apagaron y al despertar no quedaba nada.

Escuchaba las teclas del piano y el soplo de un viento que se marcharía con el invierno,

pero no había nada ni nadie. Estaba solo.

El día se esfumó. La noche nunca quiso estar. Y yo inmóvil entre dos historias,

una que perdía, otra que no llegó.

Ahogado en la nada. En un vacío entre lo que no fue y lo que no veía.

Ciego al mirar al futuro. Preguntándole a la primavera por los sueños que no cumplí.

Desglosando los versos del libro que escribí y no pude acabar.

Desgarrando las vestiduras en las que ya no estaba yo.

Asustado por la pérdida. Por unas ramas que nunca llegan a tocar el cielo.

Cansado de no ver nada. De no creer en nada.

Cuando éramos unos críos

Las aspas del molino hace años que no giran, la mina cerró 7 años atrás y la fábrica acaba de trasladarse 100 kilómetros al norte por la carretera nacional. Los jóvenes ya no quieren heredar el trabajo de sus padres. El éxodo a la ciudad ha dejado el pueblo casi vacío y un lunes a la hora del vermú en el bar de la Juani solo quedan dos parejas de ancianos jugando al mus, Lola, la hija mayor del panadero y la única de su generación que todavía no se ha matriculado en la universidad, y el tío Eusebio.

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Lo que no ves

Abre una lata de atún, se prepara un bocata con lo que queda de pan Bimbo y sale de casa con el equipo a cuestas antes de que cante el gallo. Alguien le silba de camino al trabajo. Los haters no descansan. Despeinado y a medio afeitar, con los mismos pantalones de ayer y una nueva camiseta blanca, entra en el metro y se quita la cazadora negra que le regaló su padre las pasadas navidades. Acalorado, e intentando hacer malabarismos para no tocar a nadie o nada que no deba, sube las escaleras y contempla, con nostalgia, el oso y el madroño.

Prepara el equipo y espera. Fuma un cigarro y se ajusta las gafas. Graba la soledad y el vacío de una ciudad que se ha detenido para avanzar. Las carcajadas se han escondido y su cámara solo recoge calles desiertas y el rostro de un joven reportero con hambre por hacerse un nombre en el periodismo.

El trípode siempre bien asegurado en cada pieza, planos recurso y horas de caminata con el trasto a la espalda hasta que por fin termina su jornada. Pensaba que no, pero vuelve a casa para comer. Duerme un poco y con la ropa arrugada sale corriendo para un directo de última hora. En Chile quieren saber que pasa en la capital española.

Repite el proceso de la mañana, ahora con una compañera de mediana edad delante del foco. Termina y regresa al hogar. Un par de vecinos le pitan e insultan desde los balcones. La llave se atasca levemente al abrir la puerta y tiene que malgastar una pizca de la poca fuerza que le queda. Se tira en el sofá mientras deja una pizza calentando en el horno. Revisa sus mensajes y contesta el único que le importa.

‘Estoy bien, mamá. Ha sido un día duro, pero ya estoy en casa. Te quiero. Descansa’

Idiota

Todo gira a tanta velocidad a su alrededor que pierde el sentido entre tanto común

No distingue bien sus emociones jugando a la ruleta rusa con ellas

Solo una brilla con claridad, pero tiene miedo y la oculta entre sus sombras

No quiere arrastrar a nadie más a la tormenta en la que se ha convertido su vida

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Nervioso

Escribo desde hace mucho tiempo en la misma esquina. El mar ya no me ilumina con su mirada inquieta, pero esta noche vuelvo a sentirme ligero. Sin rumbo fijo sueño, seriamente, con el futuro. Lo hago por primera vez desde hace meses y eso me libera, hasta cierto punto, de la carga de un pasado que sigue ahí.

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