Veo la luz de las farolas desde mi ventana mientras suena esa canción que no paro de escuchar. Fuera hace frío y no me espera nadie. Supongo que hoy es un día gris. Uno más. Últimamente son así todos. Días en los que recuerdo todas las cosas que echo de menos. Como los domingos de fútbol con mi padre en la banda. Las paredes de la casa en la que me crie. Las noches lluviosas de carretera. Los textos que se quemaron. Decirte toda la verdad. Los trayectos en bicicleta hasta la estación. Hacer reír a mi abuela. Viajar con mi hermano. Escribir la letra de una canción que nunca sabré tocar. Ilusionarme y acertar. Unos ojos que confíen en lo que ven cuando se detienen en los míos. Una oportunidad. Que estar contento no sea una excepción. Apreciar algo más que los pequeños detalles. Reconocerme al mirar a través del espejo en el que me reflejo. Extender los versos y dejar de romper todo lo que toco. Recuperar la valentía que me llevó hasta donde estoy. Despertar y no querer escapar. Parecerme más al hombre que me gustaría ser.
Echo de menos demasiadas cosas. Por eso estoy borracho desahogándome ante una hoja en blanco. Intentando sin éxito poner por escrito todas las palabras que me asustan. Las que no ves cuando te sonrío. Las que, de momento, se quedan ocultas tras un punto y final.