Me llamo Juan y esta es mi historia

Hola. Me llamo Juan y tengo que confesar que no odio la navidad tanto como pensaba. Ahora que el coronavirus ha cambiado la forma de celebrar estas fiestas, he de reconocer que las echo (un poco) de menos.

Admito que, cada año, sin excepción, la navidad saca lo peor de mí. Es un periodo que no soporto. Tanta felicidad me pone enfermo, pero canalizo todo ese odio para usar el poder que me da en su justa medida. No soy un monstruo. Solo reclamo el derecho a odiar las navidades.

Las fiestas navideñas me permiten apretar los dientes, balbucear palabras malsonantes y, desde el sarcasmo, patear el culo (metafóricamente) de aquellos que no paran de cumplir tópicos navideños. Me encanta mi papel en estas fiestas y, por ello, lo echo de menos.

Echo de menos quejarme de lo poco que me gusta la navidad y tener a toda la familia en contra. Echo de menos decir que las luces de navidad no son para tanto. Qué lo de Vigo es fliparse. Echo de menos cambiar el canal de la televisión cuando veo aparecer a Hugh Grant en ‘Love Actually’. Echo de menos meterme con el concierto de Raphael, con el vestido de Cristina Pedroche o con el humor de José Mota. Echo de menos que me llamen aguafiestas. Echo de menos serlo.

Y me encanta ser el aguafiestas, pero también me gustan los pequeños detalles de los que nunca asumo disfrutar.

Echo de menos pasear por la Plaza Mayor al caer el sol, cenar un bocata de calamares y volver a las tantas a casa. Echo de menos pelear con mis hermanos y primos por uno de los tres huecos del sofá después de la cena de Nochebuena. Echo de menos brindar con champán por el año nuevo junto a mis tíos. Echo de menos bajar a por churros y sentarme en el bar con mi madre. Hasta echo de menos debatir de política con mi tío Paco.

Estas navidades no he tenido nada de eso. No he podido ni odiar ni querer lo suficiente. Estas navidades me ha quedado poco de tradición, salvo ver ‘Solo en casa’ en bucle, la única película navideña aceptable. Supongo que al menos eso me queda estas navidades. Eso y guardar todo mi odio para las siguientes, pues un hater siempre es un hater, aunque en realidad no lo sea. Y por ello deseo que las siguientes sí sean unas ‘Felices Fiestas’, así podré odiarlas, sabiendo que, aunque no lo diga en voz alta, no las odio tanto.

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